Compartimos el enlace del Conversatorio Internacional: "el ritual como despedida", del que gustosamente participamos en el panel de expertos, compartiendo conocimiento y experiencias con profesionales de España y Perú.
Creciendo a través del Duelo
sábado, 25 de julio de 2020
sábado, 12 de octubre de 2019
Carta a un Paciente Paliativo
Hola, quiero escribirte esta carta para de
alguna forma animarte… animarte a vivir intensa y plenamente el tiempo que
tienes. No acostumbramos como sociedad ni como individuos a pensar que todos
tenemos una permanencia limitada en este lugar, reflexionar sobre nuestra
condición de finitud nos asusta, pero no pensar sobre ella nos roba la
oportunidad de tomar consciencia que tenemos la capacidad de decidir y procurar
vivir la vida que queremos vivir, aún cuando esta se encuentre amenazada por un
diagnóstico, por una enfermedad.
Al final de la vida solemos reprocharle al
tiempo su escape y su huida, pero realmente el tiempo te da, antes de quitarte.
En nosotros está decidir como usar y como gastar el tiempo que nos queda.
Pensarnos finitos, nos asusta. Pensar en
la posibilidad de no volver a ver a quienes amamos nos angustia, por eso rodearse
de quienes más amas y aprovechar cada segundo compartido para comunicar amor y procurar
coleccionar huellas que nunca irán al olvido.
Cuando morimos nos llevamos las experiencias,
los recuerdos, los momentos; nos marchamos llenos de amor en la medida que
supiste también amar a los otros. Por eso no te detengas pensando cuánto tiempo
tienes, cuántos días o meses quedan. Que te sorprenda la vida disfrutando de
todos estos días en los que todavía la muerte no llega.
Dale espacio a tus emociones, cuales
quieran que sean, porque tienes derecho, es normal y hasta es esperado sentirte
como te sientes. Vívelas, compártelas sanamente, que incluso en la emoción más
temida por todos (la tristeza), encontramos el regalo más grande. La tristeza
tiene el poder de convocar y de reunir a los otros para ti, moviliza redes de
apoyo, te busca acompañante, porque es en nuestros momentos más tristes cuando
descubres el amor incondicional, ese el verdadero, el que no acostumbramos
comunicar.
Mira a tu familia, mírala bien, descubre
en ellos tu presencia. Por que todos dejamos algo y nos llevamos algo. Estás a
tiempo de pensar, de planear y de vivir tu legado. Que si al final de cuentas
nos toca morir, garanticémonos viajar ligeros. Resolver asuntos pendientes,
disculpar, perdonar, amar y agradecer a otros. Por que si al final de cuentas
este es verdaderamente tu final; mereces dar un cierre digno a tu existencia.
Nadie muere diferente de como ha vivido, así que estás a tiempo… todavía te
queda tiempo, inviértelo en lo más importante para ti, úsalo bien y te
garantizo que no necesitarás más.
Atentamente: Kimberly Vargas Morera
Psicóloga Paliativa
Costa Rica
viernes, 25 de enero de 2019
Dilema ético sobre Eutanasia
Ensayo sobre Eutanasia:
“Al fin y al cabo, es mi vida”
Por: Kimberly Vargas Morera
El hombre no se destruye por sufrir.
El hombre se destruye por sufrir
sin ningún sentido.
Viktor E. Frankl
“¿Puede la eutanasia ser el
consuelo de una vida tormentosa?... ¿qué dolor puede provocar que un ser humano
sienta la urgencia de abandonar la vida?” (Behar, 2007.)
Este ensayo trata sobre el dilema ético
existente que sugiere el uso y aprobación de la eutanasia; pero analizando también
como la obstinación terapéutica impide en parámetros de dignidad: la buena
muerte; y cómo nuestra opinión hacia un dilema bioético de esta índole, sufre
un desequilibrio importante cuando se conoce y estudian ciertos casos en particular.
Y es que no se puede ser determinante o imparcial; se deben analizar los
conflictos éticos presentes y ser valorados con sensatez y prudencia. Pues
finalmente, presenciar el dolor del otro y no poder encontrar alivio, control,
soporte o contención al sufrimiento, remueve tu compasión.
Etimológicamente la palabra
“eutanasia" significa "buena muerte". Y es definida por la Euthanasia Society of America como la “terminación
de la vida humana por medios indoloros con el propósito de poner fin al grave
sufrimiento físico”. Añadiendo a la palabra eutanasia adjetivos como
"activa/pasiva", "directa/indirecta", "positiva /negativa",
que al final han generado una gran confusión para su entendimiento y
comprensión.
Montaigne, dice que: “la muerte
voluntaria es la más justa”. Lo cierto es, que toda solicitud debe someterse a
un análisis profundo de las circunstancias; y no me inclinaría personalmente ni
a favor, ni en contra. Es algo muy curioso, pero entre más información poseo de
la eutanasia y sus debates éticos, moralistas, científicos y religiosos, más
confusión me genera. Manteniéndome responsable o irresponsablemente en tierra
de nadie, vagando por el limbo ante una posición incierta.
El juramento hipocrático prohíbe la
interrupción de la vida, persiguiendo la preservación de la misma; no podemos
entregar la acción de dar muerte a quiénes salvan vidas. Sin embargo, ante un
panorama de dolor y sufrimiento inimaginables que quebrantan la dignidad humana
y limitan al enfermo a una “supervivencia obligada”, se vislumbran estas manos
como las más indicadas. Como bien lo dice Walt Kelly “Por fin conocimos al
enemigo, y resulta que somos nosotros”.
En internet abundan numerosas
opiniones, conceptos, sátiras e interpretaciones. Desde su génesis el término
de “eutanasia” se le ha atribuido a variadas acciones u omisiones, destinadas a
interrumpir la vida o facilitar la muerte de un enfermo desahuciado. Realizadas
en su mayoría por médicos en países donde se vislumbra como un derecho; pero
también se debe considerar la práctica clandestina existente realizada y
motivada por la “compasión” en países donde la misma no ha sido aprobada. Pues
entra en juego otros factores a considerar: ¿la muerte es una solicitud expresa
del paciente? o se trata más bien, de un “favor” que un familiar, allegado o
profesional de salud perpetra en “¿beneficio del paciente?”. Otorgándole entonces
el calificativo y peso legal y judicial al concepto de homicidio por compasión,
cuando se limita la vida de un ser humano sin su consentimiento expreso por “ahorrarle”
dolor y sufrimiento.
Gómez Sancho (2018), referente y
autoridad mundial de los cuidados paliativos, considera que: “matar a los que
sufren nunca puede ser progresista; lo reaccionario es acabar con los enfermos
indefensos y lo progresista es cuidarlos”. Séneca por su parte, menciona que:
“hay una gran diferencia entre un hombre que prolonga su vida o su muerte. Si
el cuerpo ya no sirve para nada, ¿por qué no debería liberarse el alma
atormentada?”
Abundan las posiciones contrapuestas
hacia la eutanasia; de hecho es hasta usual encontrar que cada bando cuenta con
argumentos científicos y moralistas muy elocuentes. Que dificulta aún más el
riesgo de asumir una posición clara y objetiva ante el dilema bioético
expuesto. Complicándose aún más la tarea cuando se comienza a cuestionar su
práctica en niños y adolescentes; y en esto, países como Colombia ya ha
reglamentado la ley para su aplicación. Y no podemos etiquetar de inhumano,
crudo o cruel ningún planteamiento sin habernos informado de sus bases
ideológicas, explorando sus pilares teóricos, éticos y moralistas.
Se necesita apertura mental y el
estudio cercano de casos concretos, para constuirnos una idea de cómo responder
cuando nos solicitan ¿muerte digna? Es un tema muy árido, con aristas muy
delgadas, donde fácilmente se puede traslapar.
Cierro el debate o quizá inicio uno
nuevo con las severas pero certeras palabras de Pablo Rodríguez del Pozo cuando
plantea: “Un análisis de las
circunstancias que provocan la petición de un derecho a la eutanasia lleva a
mirar como una hipocresía cruel el hecho que una sociedad, después de haber
despojado a una persona de su dignidad pretenda ofrecerle, por dignidad, el
derecho a la eutanasia”.
El tema es tan amplio que daría
para escribir mucho más sobre él, pero a modo de conclusión de este ensayo
termino sin una posición clara ante esta práctica; pero con una deuda enorme
por esforzarnos aún más por entender, comprender, empatizar con las voluntades
de nuestros pacientes, escuchando sus razones sin juzgar sus decisiones.
“Ningún moribundo pedirá una
inyección letal si lo cuidas con amor
y le ayudas a arreglar sus problemas pendientes”
Elisabeth Kübler-Ross
Referencias Bibliográficas:
Behar, D. (2007). “Cuando la vida ya no es vida:
¿eutanasia?”. 1 ed. Editorial Pax México: México.
Gómez, M. (2018). Entrevista: “Matar a los que sufren
no es progresista”. Obtenido de: https://www.abc.es/sociedad/abci-matar-sufren-no-progresista-201806262222_noticia.html
Humanizar. (Setiembre-octubre 2018). ¿qué pasa con la
eutanasia? Nº160.
Revista para la humanización del mundo de la salud.
domingo, 19 de agosto de 2018
domingo, 5 de agosto de 2018
“LA MUERTE: Un asunto de todos”
“LA MUERTE: Un asunto de todos”
Por: Licda. Kimberly Vargas Morera,
Psicóloga 7325
La muerte como diría Fernando
Rivera Calderón en su diccionario del caos: “Es un pequeño fin del mundo que
todos llevamos dentro”. Culturalmente ocultamos la muerte y tratamos de
protegernos de ella; evitando mencionarla o siquiera pensarla. Manteniendo
irracionalmente la idea que nombrarla es llamarla, pero escapar a su mención no
nos vuelve inmunes a ella. La certeza
más grande que todos poseemos es que algún día moriremos, sin embargo: “todos
mueren, pero no todos viven”.
Sobre la muerte se habla y se
escribe poco, contribuyendo con esto al halo de misterio y sumándole a la
muerte una visión catastrófica, adquiriendo
con esto mayor carácter de tabú. Lo cierto es que la muerte ha buscado
ser definida y entendida desde dos grandes vertientes: la primera de orden
religioso y de corte espiritual y la segunda responde a una postura
médico-científica. Pero ninguna de las dos es dueña de la verdad absoluta. Por
lo que la incertidumbre ante el destino del alma o la posición biologuista de
la vida; resultan ser insuficientes. Tampoco cumplimos el “orden natural de la
vida”, pues no se muere sólo cuando se envejece, morimos jóvenes, morimos viejos,
morimos saludables o morimos enfermos, algunos de forma súbita y otros
anunciada; y no sólo es relevante la forma de morir, sino el significado
simbólico que adquiere en la cultura que nos vio nacer. En el oriente la muerte
es una celebración que simboliza la paz, la transformación y la trascendencia,
permitiéndole al otro agradecer su presencia y bendecir su existencia; en
occidente en cambio asociamos la muerte con dolor y sufrimiento, la convertimos
en un estímulo de miedo, por eso rechazamos con vehemencia todo lo referente a
ella. No sabemos morir en una cultura que quizás tampoco sabe vivir. Olvidamos
mirar, olvidamos abrazar y olvidamos estar. La rutina de la vida nos atrapa en
un curso de sobrevivencia y egocentrismo, donde nos centramos todo el tiempo en
nosotros mismos.
La muerte trae consigo la
capacidad de humanizar, de vulnerabilizar pero principalmente de revelar. Al
aproximarnos a la muerte de un ser querido o a la propia, reevaluamos nuestras
decisiones y cuestionamos nuestras experiencias. Porque cuando te acercas a tu último
momento las apariencias se desvanecen por completo y tus verdaderos deseos y
voluntades aparecen. Morir es un acto
único; sólo se muere una vez y eso deja una marca imborrable entre los que quedan. El maestro Enric Benito
comenta que: “los ojos de los moribundos son espejos donde nos vemos
reflejados”, pues al hablar de la muerte no nos aproximamos ni nos alejamos de
ella, pero sí reafirmamos la vida.
Lo que nos invita a reflexionar y
a mantener una actitud diferente frente a la muerte desde el inicio de la vida
y no al momento de la muerte, de tal forma lograríamos incorporarla a nosotros
de una forma natural. Pues al final de cuentas temerle a la muerte es también una
construcción social. Las personas aunque con gran dificultad logran integrar las
muertes de otras personas, no están dispuestas a lidiar con la idea de la
muerte propia y los mecanismos de defensa de rechazo y temor comienzan a
actuar.
En esta vida, en esta realidad lo único que venimos a aprender es amar.
Por lo que la muerte nos viene a enseñar que lo más valioso que tenemos no es
el dinero, ni la fama, ni el poder, es el tiempo; puedes producir más dinero,
más fama o poder, pero no producir más tiempo. Por eso valora cada segundo que
entregas a otro y aprecia cada minuto que te obsequian otros, pues lo más
valiosos que tenemos es el tiempo que compartimos con otros.
La muerte es cosa de todos, pues
es nuestra verdad más universal, pero también lo es la vida. Por tanto disfruta
a plenitud del tiempo que transcurre entre esos dos grandes silencios: el
nacimiento y la muerte. La gente no muere diferente de cómo ha vivido por eso
aunque un día moriremos, no te pierdas de vivir los demás días.
Quien se va necesita aceptación
de lo vivido, de lo bonito y de lo no tan bonito, pero también conexión con lo
querido. Así que procura llenarte de experiencias de vida completas, vive cada
emoción con intensidad pero principalmente con autenticidad, finalmente como
bien dice mi querida Elisabeth Kubler Ross, cada quien tiene su propio cielo.
Más información:
Whatsapp (506) 8436-3147
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creciendoatravesdelduelo@gmail.com
lunes, 28 de mayo de 2018
Piensa que un día te vas a morir.
Piensa que un día te vas a morir.
Por Kimberly Vargas Morera
Directora de Creciendo a través del duelo
«No le temamos a la vida
y mucho menos a la muerte,
porque quien tenga vida,
vida le dará a todo,
aún a su propia muerte»
Anónimo
Pensar que un día moriremos, es
quizás la forma más eficaz para procurar disfrutar conscientemente de la vida y
del tiempo que nos queda en ella. No somos seres eternos, aunque nuestro
comportamiento social así lo sugiera. Vivimos como si nunca fuésemos a morir y
morimos como si no hubiésemos vivido; reflexionando hasta el final de nuestra
vida acerca de todo aquello que quedó pendiente, no resuelto o sin alcanzar; y
es que bien lo ilustra una frase popular que asevera: “No se muere diferente de
cómo se ha vivido.”
Lo fundamental sería entonces
cuestionarnos, ¿he vivido/vivo a medias?.. dice Coelho que “El hombre es el
único ser en la naturaleza que tiene conciencia de que va a morir. No se da
cuenta de que, con la conciencia de la muerte, sería capaz de ser más osado, de
ir mucho más lejos en sus conquistas diarias, porque no tiene nada que perder,
ya que la muerte es inevitable…”.
Y es que tener la certeza de
morir, no le resta brillo a la vida, todo lo contrario; la enciende. Hablar de
la muerte te permite alcanzar la consciencia de la finitud de la vida y medir el
verdadero valor de lo realmente esencial.
En vida perseguimos sueños y fantasías de poder, prosperidad,
fama y triunfo; sueños que se destiñen por completo ante el peso de la muerte.
Comprendiendo que el verdadero tesoro del hombre, radica en el tiempo y más aún
en el tiempo que le brindas a otro. Destacando la importancia de las acciones
que ejecutes hoy y que serán las consecuencias del mañana. Es decir, si
murieras hoy, haz pensado… cómo te recordarían mañana?, ¿Cuál ha sido tu
legado?, ¿qué haz sembrado en los otros?. Elisabeth Kübler-Ross nos comenta que
deberíamos estar más preocupados por lo que hacemos hoy: “Si hoy tomáis la opción
más elevada en todo, no sólo en vuestros actos, sino también en vuestras
palabras y en vuestros pensamientos, el momento de vuestra muerte será un
momento maravillosamente feliz”.
No tener o evitar la oportunidad
de abordar este tema con calma y serenidad, sin que signifique la aproximación
a una muerte anunciada, nos aleja de la vida. No tener capacidad de tomar decisiones
de cómo morir, antes de morir nos impide vivir una buena muerte y por
consiguiente; también nos impide a vivir una buena vida. Por el contrario poder
redactar nuestro testamento y planificar nuestra muerte con todo lo que esto implica:
rituales religiosos y mortuorios, aun así considerándonos “sanos” o llenos de
vitalidad, nos permite recibirla con menos dificultad cuando el momento haya
llegado. Además quienes nos sobrevivan, sabrán cómo vivir su duelo de manera
sana, sin temor ni culpas de haber faltado a nuestra voluntad.
Bien funciona crear una libreta y
que nuestra familia sepa de su existencia y que podamos titular: “cuando yo
muera…”, describiendo en ella gustos, solicitudes, voluntades, condiciones,
herencias, legados y valores. Con la posibilidad de escoger incluso lo que desee
que diga su epitafio, decidir si desea ser cremado o sepultado, dónde morir,
dónde ser enterrado, cómo vestir y qué decoración tendrá usted en su funeral. Es
su despedida de esta experiencia terrenal, ¿la dejará en manos de otros? Piense
que podrá usted elegir la música, los bocadillos y hasta la permanencia o no de
los asistentes.
El famoso teólogo Josep Gil considera
que:”a lo largo de nuestra vida estamos construyendo nuestra muerte, pues el último
aliento que expiramos puede contener todo lo que hemos hecho bien y a la vez,
todo lo que no hemos llegado a hacer”. Y es que la muerte debe ser hablada,
mirada de frente, escuchada y acompañada. Debemos educarnos y educar para que
eso sea posible, instruyendo a nuestros hijos a que no tengan miedo a vivir y
tampoco a morir. Por no hablar de la muerte no sabemos cómo manejar nuestro
propio duelo, si habláramos de ella, nos sentiríamos más cómodos con las emociones
que sentiríamos con el duelo. Kübler-Ross nos dice que entonces: “empezarías
a daros cuenta que cada palabra y cada acto afecta vuestra vida y también alcanza
a miles de otras vidas.” Y Alejandro Jadad por su parte, agregaría que: “La certeza
de morir es el mayor incentivo que tenemos para lograr una vida plena, feliz y
llena de amor”.
Sin embargo vivimos en una
sociedad que a diario niega conscientemente la muerte, lo cual acaba irremediablemente
también por negar la vida. Es por esto que resulta fundamental que la muerte
deje de ser un tabú y comencemos a conversar más sobre ella. Cada persona sabe
y conoce la condición inherente de finitud, pero la obvia con ligereza,
sintiéndola lejana e impersonal. Incluso hasta podría advertir que esa
respuesta evitativa explicaría un temor profundo a veces no reconocido
conscientemente hacia la muerte. Hablar
sobre aquello que tememos es el primer paso para reducir nuestro miedo.Como bien lo menciona Joan
Carles Mélich, con frecuencia:” la sociedad olvida que no mueren los viejos,
sino los vivos”. Joan critica que vivimos en una sociedad que sólo piensa y
acepta la muerte como una cosa de gente mayor, una cuestión de aproximación al
final del ciclo de vida. Pero hemos entendido el ciclo de vida como una norma
universal, que ciertamente no todos cumplen. La gente no muere cuando envejece,
la edad no es una característica única ligada al fallecimiento, el único verdadero requisito para morir,
finalmente es vivir.
La muerte siempre sorprende, a
cualquier edad, de cualquier forma… Nos va tocar morir y ver morir a nuestros
seres queridos, como ya lo he mencionado, somos una cultura que por naturaleza
niega la muerte. En la actualidad hay menos capacidad de luto, menos espacio
para el dolor. La vida acelerada nos reduce espacios de intimidad y conexión
con nosotros mismos. Comenzando incluso, por la falta de instrucción que
recibimos ante la primer asistencia a una vela. No sabemos perder, no sabemos
morir… Sin embargo cabe la pena destacar que quien se va en paz, deja en paz a
los suyos, y ese regalo es el mayor tesoro conocido.
Como comentario final a este
escrito me gustaría concluir que: la
vida sería mucho más fácil, si habláramos de la muerte.
miércoles, 5 de octubre de 2016
El poder de los abrazos.
Hemos sobre estimado el verdadero poder de los abrazos, abrazamos con frecuencia pero no con una conexión real con el otro. Hemos superado distancias y barreras tecnológicas, pero no sabemos como crear auténtica cercanía; la vida nos empuja a la competencia, la prisa y la rutina y los abrazos son cada vez más pequeños y su trayectoria es casi fugaz. Lo cierto es, que no estamos dedicando el tiempo necesario para abrazar, no estamos aprovechando el disfrute del vinculo y la cercanía con el otro, rehusándonos de manera inconsciente a los múltiples beneficios que nos brinda el abrazo. No debemos tomar ni brindar un abrazo a la ligera, queda una sensación de vacío, incomprensión, falta de empatía y un sin sabor corporal.
El abrazo es una respuesta natural ante ciertas circunstancias, un constructo cultural y social e inclusive una verdadera necesidad humana. Abrazamos como saludo y como despedida, en tiempos de triunfo y celebración así como en tiempos de pena y aflicción. Incluso es la forma oficial como desde pequeños solucionamos nuestras diferencias. Aprendimos que el abrazo, es la primer manifestación de amor que todos los seres humanos sentimos; pero este va mucho allá del simple hecho de mostrar cariño o afecto. Un abrazo sincero y cálido cuenta con el poder necesario para mejorar nuestro estado de ánimo. La cercanía corporal con el otro nos permite una sensación de seguridad, confianza y protección, además de producir un resultado recíproco.
Existen variedad de abrazos en intensidad, intencionalidad y frecuencia, abrazos para el cuerpo y abrazos para el alma. En tiempos de adversidad la acción de abrazar es un proceso sanador, que brinda alivio y consuelo. Un abrazo solidario no resuelve el conflicto o el motivo de nuestra tristeza, pero aliviana la carga.
Números estudios científicos demuestran que el abrazo posee incluso implicaciones reales en el mejoramiento de nuestro bienestar:
- Reduce el nivel de estrés y ansiedad
- Mejora la presión arterial
- Fortalece el sistema inmunológico
- Beneficia el sistema cardio vascular
- Reduce el riesgo de padecer demencia
- Mejora la autoestima
- Promueve mejores y duraderas relaciones personales
- Genera felicidad
- Aumenta el estado de paz y armonía
- Demora el envejicimiento
¿Qué tan dispuestos estamos a recibir o brindar abrazos?
El acto de abrazar puede comunicar más amor en 5 segundos, que la palabra en 5 minutos.
Lo único que se necesita es sentir el amor y demostrarlo.
¡Déjate Abrazar!
Abraza a tu pareja, familia, compañeros, amigos, conocidos, pero sobre todo:
ABRAZA LA VIDA.
“Quiero un mundo donde las personas sean respetadas por la facilidad y calidez con que se funden y no por la fortaleza de sus murallas"
Kathleen Keating
Un abrazo cambia todo…
Licda. Kimberly Vargas Morera
Directora Creciendo a través del duelo
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